Una imagen para la historia.
Una imagen para la historia. Una imagen que hace de resumen de una visión de la política y de las instituciones.
No se trata de responsables políticos que muestran su apoyo a esto o a aquello. No son miembros de un partido o de otro que se manifiestan claramente a favor o en contra de una causa.
Los alcaldes independentistas insisten en arrastrar sus instituciones con ellos, en confundir sus opciones políticas con la institución que representan. Los ayuntamientos son los ayuntamientos de los independentistas, las varas de mando de los alcaldes han sido secuestradas por una opción política, el independentismo. La institución ha dejado de ser la institución de todos, y los no independentistas se encuentran de facto sin ayuntamiento, fuera, excluidos, como no ciudadanos.
Los alcaldes exhiben en sus reivindicaciones de parte, sin el más mínimo rubor, los símbolos que los identifican como representantes de una institución que es en principio de todos, de los que les votaron, de los que no les votaron, incluso de los que no han votado. En sus actos, en sus mensajes, también en sus manifestaciones visuales-simbólicas, el independentismo deja bien claro que lo suyo no es una opción, sino la opción. En los ayuntamientos, y en la Generalitat, ya no caben todos.
Se trata, ni más ni menos, que de una visión de la política anti-pluralista, en ruptura total con los consensos liberales y republicanos que han hecho posible hasta nuestros días la aceptación casi universal de nuestras democracias.
Los que insisten de manera machacona en autodefinirse como defensores únicos de la democracia, han venido justamente a pervertirla, a desfrigurar su esencia tal y como ésta había sido concebida tanto por la tradición liberal como por la republicana. El independentimos, en su patrimonialización de las instituciones, ha violado uno de sus pilares esneciales de la democracia: su dimensión universal e incluyende de TODOS LOS CIUDADANOS.
No se trata de responsables políticos que muestran su apoyo a esto o a aquello. No son miembros de un partido o de otro que se manifiestan claramente a favor o en contra de una causa.
Los alcaldes independentistas insisten en arrastrar sus instituciones con ellos, en confundir sus opciones políticas con la institución que representan. Los ayuntamientos son los ayuntamientos de los independentistas, las varas de mando de los alcaldes han sido secuestradas por una opción política, el independentismo. La institución ha dejado de ser la institución de todos, y los no independentistas se encuentran de facto sin ayuntamiento, fuera, excluidos, como no ciudadanos.
Los alcaldes exhiben en sus reivindicaciones de parte, sin el más mínimo rubor, los símbolos que los identifican como representantes de una institución que es en principio de todos, de los que les votaron, de los que no les votaron, incluso de los que no han votado. En sus actos, en sus mensajes, también en sus manifestaciones visuales-simbólicas, el independentismo deja bien claro que lo suyo no es una opción, sino la opción. En los ayuntamientos, y en la Generalitat, ya no caben todos.
Se trata, ni más ni menos, que de una visión de la política anti-pluralista, en ruptura total con los consensos liberales y republicanos que han hecho posible hasta nuestros días la aceptación casi universal de nuestras democracias.
Los que insisten de manera machacona en autodefinirse como defensores únicos de la democracia, han venido justamente a pervertirla, a desfrigurar su esencia tal y como ésta había sido concebida tanto por la tradición liberal como por la republicana. El independentimos, en su patrimonialización de las instituciones, ha violado uno de sus pilares esneciales de la democracia: su dimensión universal e incluyende de TODOS LOS CIUDADANOS.
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