Carta a unos amigos. Desde la izquierda, en contra del derecho de autodeterminación en Cataluña.

Amigos. Sí, estoy en contra de ese derecho, y encima no soy un fascista, creo que lo sabéis. Sin embargo, también pienso que os debo una explicación al respecto, una clara. 
No sé si lo conseguiré, pero trataré de desembrollar un poco esta madeja, porque estamos ante un asunto muchísimo más complicado de lo que parece, aún más. Creo que estamos siendo todos víctimas de las trampas del lenguaje, y de la historia. Debo admitir que me siento algo extraño argumentando aquí, ante vosotros, en defensa de la tradición republicana y contra las ideas del ultraliberalismo más extremo. Es un debate que dejé hace ya un tiempo. Varias de las entradas de este mi insigne blog están relacionadas directamente con ello, por si os interesa.

De la libre asociación y disociación de los individuos como justificación del derecho de autodeterminación.

Para defender la legitimidad del derecho de autodeterminación, se está usando el principio de la libre asociación y disociación de los individuos dentro del grupo (y de los grupos dentro de otros grupos). Y resulta que este principio es al mismo tiempo una clave de bóveda del libertarianismo, del anarcocapitalismo. La idea según la cual el todo no tiene ningún derecho a imponer una obligación a las partes, es la misma que conduce a afirmar que “los impuestos son un robo” (del verbo “imponer”). Y la mismita que lleva a defender como un derecho humano fundamental el derecho a llevar y poseer armas de fuego. Metiditos por este camino llegamos a la legitimación de una estricta ética de la injusticia social. Y llegamos también a la conclusión de que no se debe imponer la solidaridad, y que ayudar al más necesitado o débil es un asunto estrictamente privado que concierne al individuo, a su ética personal, y no a ningún Estado o ente externo coercitivo, se trataría, en definitiva, de un asunto no político.
Por supuesto, sois libres de abrazar los preceptos de Nozick, Rothbard, o Hayek. Pero claro, me resisto a creer que los tiros vayan por ahí, vuestros tiros.

Sí, un proyecto social republicano (desde la tradición de izquierdas republicana) debe partir de la libertad, del respeto escrupuloso de los derechos del individuo. Y exige democracia, y participación. Su esencia son los ciudadanos libres e iguales, que solo aceptan la imposición de una autoridad central en la medida en que ésta responde a sus demandas y mandatos, y en que respeta sus derechos básicos. Derechos, libertad, democracia, participación, diálogo. Nada más ajeno a esta tradición que unos individuos o grupos de individuos que se montan la vida radicalmente por su cuenta, que se consideran legitimados para aislarse y abandonar a su suerte al resto de sus conciudadanos a las primeras de cambio: “Rajoy es corrupto, yo no lo he votado. ¡Tabanera de Cerrato independiente!”. Tampoco debemos olvidar el aspecto material: no se independiza el que quiere, sino el que quiere, y también puede. Injusticia.

¿Defienden la libre disociación los independentistas?

¿Defienden los independentistas una República Catalana basada en la libre asociación y secesión de cualesquiera de sus territorios en su interior? Evidentemente, Puigdemont, Forcadell, Mas, Junqueras y Tardà... no defienden eso. Estos tipos y tipas son nacionalistas, del tipo esencialista: la tierra de la patria no se negocia. Además, saben que hacer eso sería simplemente no dar viabilidad a la República Catalana, porque es verdad que es un sinsentido y un disparate práctico colosal. Sin embargo, atrapados por su propia demagogia, aprobaron en su día el derecho a la autodeterminación del Valle de Arán, en virtud de la lengua occitana y de su cultura, en nombre de algo que podríamos denominar: “occitanidad”. O sea: esencialismo de libro. Unos pueblos, en virtud de ciertas esencias que permean las almas de sus gentes y sus tierras tienen ese derecho, son autónomos. Badia del Vallés no. Badia del Vallés puede estar quizás totalmente impregnada de “españolidad”, pero eso no cuenta, porque los sumos sacerdotes de las esencias patrias así lo han determinado.

Las CUP

Luego están las CUP. Estos sí es probable que argumenten el derecho de autodeterminación de Cataluña en nombre de los derechos de libre asociación y disociación. Pero lo hacen al precio autocontradictorio de pretender montar al mismo tiempo un Estado, una institución que ejercerá nada menos que el monopolio de la violencia sobre el territorio del que sería soberana.
Supongo que estos sí serán coherentes, y no tendrán problema en otorgar dicho derecho de disociación a barrios o juntas vecinales. Ni ellos ni nadie sabe qué mecanismos aplicarían para convertir un tal disparate organizativo en un Estado operativo.

"España" y "Cataluña"

Aquí, en este país, ahora, me da la impresión de que estamos siendo víctimas del lenguaje, de las llagas de la historia, y de la resonancias casi inevitables que adquieren las palabras con el tiempo. “España” no es lo mismo que “Cataluña”. Y no digamos “¡Visca Catalunya!” con respecto a “¡Viva España!”. Tenemos la historia que tenemos, y eso no lo podemos cambiar. La palabra “España” está teñida para muchos de nosotros de resonancias macabras, siguen llegando aún hoy a nuestros oídos los ecos de los gritos del dolor de quienes murieron, de quienes fueron torturados y oprimidos durante décadas en nombre de “¡España!” “¡Viva España!”… El dolor fue compartido por gentes de toda España, desde Huelva hasta Gerona.
Es necesario recordar, y habrá que cerrar las heridas de una vez, algún día. Pero también hay que ser justos con esa memoria, y reconocer que la comunidad política en la que hoy vivimos no es aquella, ya no. Esgrimir el franquismo para justificar la partición del demos político español es lo mismo que tirar por la ventana el móvil porque no nos sirve para darle la vuelta a la tortilla, es una muy mala excusa para comprarnos uno nuevo. Hablar de la unidad de España en 2017 no es lo mismo que hacerlo en 1939.

Con estas palabras no pretendo convenceros, solo que veáis el asunto desde otro punto de vista, supongo que "españolista de izquierdas". Mi intención es también añadir al menos un poquito de  duda en esa idea que se defiende de forma tan contundente, la idea de que estar a favor de la unidad de España es necesariamente fascista.

Abrazos.

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