La guerra que nos une es la Guerra Civil.

Esa es una diferencia con Reino Unido y con otras viejas naciones de la vieja Europa. Lean estas palabras de Gordon Brown con las que trataba de convencer a los escoceses para que no se fueran: "No hay un cementerio de guerra en Europa donde escoceses, ingleses, galeses e irlandeses del Norte no estén juntos, unos al lado de los otros (...) Nosotros no sólo ganamos la guerra juntos; juntos construimos la paz, creamos el Servicio Público de Sanidad, construimos juntos un Estado del Bienestar fuerte..." Pues bien, aquí la guerra, como decía arriba, es la Guerra Civil; la paz fue la masacre macabra y vengativa de la "victoria", la posguerra civil y la larga noche franquista que algunos aún añoran; del "Estado del Bienestar fuerte" mejor ni hablamos, etc. O sea, no se puede resumir en menos palabras lo que un político español no podría decir en España para convencer a vascos, catalanes, gallegos y hasta a riojanos de que no se larguen.
O cambian mucho las cosas, o entramos en una dinámica de crecimiento real de la economía, con sensación -falsa o real- para los ciudadanos de que el tema funciona y de verdad hay un futuro, o nada de nada, y aún así está por ver que este país tuviera algún futuro. No hay solución, y es probable que el único camino abierto sea la disolución.
No, España no es Reino Unido, ni Francia, podrá ser más bonita, o más fea, más divertida, más seca, con más bares, más simpática, o más tonta o más sublime, o lo que se quiera, pero esta nación no es la "nación de los ciudadanos de la república francesa", ni la que forman ingleses, irlandeses del norte, galeses y todavía escoceses. No, eso no lo somos, y el pasado no podemos cambiarlo, y la mistificación del mismo con el que se cimentan las naciones está fuera de nuestras posibilidades. El cemento que nos mantiene juntos jamás podrá ser el mismo que el de nuestros vecinos del norte, nuestro cemento ha sido casi siempre eso, cemento, hormigón gris, y cuando no ha habido suficiente hormigón siempre quedaban a mano las cachiporras de los picoletos.
¿Y qué puede hacer esta vieja España, enferma y manchada por mil miserias, arrogancias, errores e injusticias del pasado ante esos seres angelicales y cargados de esperanza y de futuro, ante esas nadas con olor a nube, ante las naciones del porvenir, limpias y jóvenes: Cataluña, Euskadi...? Esas naciones podrían nacer de la nada, o de la mentira histórica, pero también pudieran resultar como de un parto agónico de una vieja cansada que además rebuzna febril y quejicosa con los alaridos del coro desafinado que forman los Jimenez Losantos, las Isabel San Sebastián, los Francisco José Alcaraz, los Francisco Marhuenda; los José Bono, los Felipe González, los Carlos Herrera, las Esperanza Aguirre, etc.

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